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En un Monumental repleto, River y Boca se vuelven a encontrar en la Libertadores: Gallardo y Alfaro, con estilos opuestos, mano a mano en una serie que busca a un finalista. VAR, gol de visitante y más.
Es más que un River-Boca. Incluso es más que un River-Boca de Copa Libertadores. Acaso sea menos que una final como la del año pasado, pero el clásico de esta noche o, en realidad, la serie entera también es coyunturalmente un duelo de estilos apasionante. Un duelo de principios del siglo pasado y un duelo de principios, en general. De un lado el River de Gallardo, el equipo que marcó y sigue marcando una era, el más ganador de la historia del club. Del otro, el por ahora invencible Boca de Alfaro, el equipo de la reconstrucción, el impenetrable. Curiosamente a los dos se los ha comparado más de una vez con Bianchi: al Muñeco por sus títulos, por hacer de River un equipo por sobre todas las cosas copero; a Lechuga por números que asustan a cualquiera, por su estilo, por lograr formar un Boca rocoso al que es casi imposible hacerle un gol y que adelante es muy efectivo. La comparación con el Virrey puede ser elocuente de ambos lados, pero nadie comparará a Gallardo con Alfaro: son el agua y el aceite, y no por la relación entre ellos, que siempre fue cordial.
A tener en cuenta: en Copa, a diferencia del torneo local, hay VAR y pesa el gol de visitante para lo que viene.
Las formaciones del Muñeco vs. Boca
Tal vez el último clásico en el Monumental, por la Superliga, haya profundizado la grieta y haya contrastado dos estilos a las claras incompatibles. No llega a ser un Guardiola-Mourinho, pero tampoco está tan lejos de eso: más allá de los intérpretes, de la competencia, del rival o de la cancha en la que juegue, River hace culto a un fútbol de ataque, asume riesgos, intenta imponer condiciones con la pelota y buscando el arco de enfrente, aunque si debe luchar los partidos y arremangarse lo hará sin problemas; y Boca plantea cada desafío de un modo tan modesto para con el espectáculo como inteligente para conseguir lo que busca, juega más a destruir que a construir y le sale bien, pero también estudia las debilidades de sus rivales e intenta exprimirlas en ataque.
Hay algo que es innegable: los dos equipos lograron una identidad. De River, más allá de los nombres, que juegue o no De La Cruz, que sorprenda con una línea de tres en el fondo o que se juegue una ficha por algún tapado como ha hecho muchas veces, se espera un equipo que intente algo bastante parecido, por no decir igual, a lo que buscó hace exactamente un mes: en toco caso deberá ser más claro para hacer daño a un adversario que no suele recibir goles. De Boca, acaso más camaleónico según cada coyuntura, no está muy clara la postura: difícilmente salga al golpe por golpe porque no es su esencia, pero cuesta imaginar que prescinda del ataque como hizo la última vez. En ese clásico, el primero de la era Alfaro, la intención fue no perder y a eso fue. Esta vez, aunque el empate deje la serie abierta como para definirla de local, el valor del gol de visitante en una llave de 180 minutos será un condimento que de alguna manera deberá alterar la premisa.
¿Será una revancha? Cuestión de hinchas. Para algunos de alguna manera lo es, para la mayoría no: lo que pasó en el Bernabéu quedó en el Bernabéu, al punto de que hoy Boca enfrentará a un rival que, en el pecho, tendrá un parche que dice campeón, de recordatorio del 9/12. Pero aunque no sea un desquite en sí mismo, para Boca eliminar a River y luego salir campeón en Santiago será una recuperación total después de lo que pasó en Madrid. Y para River es la posibilidad de estar en otra final y de estirar una racha contra el rival de toda la vida que, con MG en el banco, ya es histórica. Sea o no una revancha a la altura, es un River-Boca de Copa y también es un apasionante duelo de estilos.