En un “rapto de locura” asesinó a su hijita y a su esposa a cuchillazos

A las 11 de la mañana de ayer, vecinos de barrio Acindar escucharon el ulular de las sirenas de las ambulancias y la llegada de varios móviles policiales a una casa de Villarino 3784, a pocos metros del cruce con Nahuel Huapi. Dentro de la vivienda se encontraban muertas y abrazadas sobre un charco de sangre Fernanda Laconca, de 33 años, y su hija Camila, de 2. Al lado de los cuerpos, en calzoncillos y con un cuchillo Tramontina en la mano, estaba todo manchado de sangre Iván Furiasse, de 34 años, esposo y padre de las víctimas. El hombre no tenía heridas en su cuerpo. La sangre que lo teñía era la de su familia.

El matrimonio no era muy conocido en el barrio aunque hacía tres años que alquilaban la casa en la cual se desató la masacre. Los dos trabajaban en relación de dependencia en firmas importantes y no tenían problemas aparentes. Pero la locura explotó en esa finca típica de un barrio de laburantes. Iván ya había sufrido problemas psiquiátricos y en enero de este año estuvo un mes internado en una clínica del macrocentro. Por eso, las hipótesis se centran en que pudo haber tenido un brote psicótico que arrasó con todo lo que hasta ayer fue su vida y la de su familia.

El fiscal Florentino Malaponte llegó al lugar y después de dos horas de trabajo sostuvo que “los vecinos no escucharon gritos ni discusiones, y no hay denuncias de violencia de género que la víctima haya realizado anteriormente, al menos es lo que sé hasta ahora. A la familia de la mujer le llamó la atención la inasistencia de la pareja a sus respectivos trabajos y vinieron hasta aquí con la policía para ver qué sucedía. Al entrar encontraron la escena bestial”.

Para el fiscal, y según las primeras pericias realizadas en el comedor de la casa donde se produjo el doble homicidio, el mismo “fue cometido en horas tempranas de la mañana” de ayer. En ese sentido, Malaponte confirmó que “Furiasse quedó detenido como presunto autor material del hecho en una dependencia policial” y sobre la salud mental del muchacho agregó que “hay comentarios sobre sus problemas, pero es una cuestión que vamos a saber a partir del miércoles, cuando hagamos las entrevistas y la imputativa”.

Las últimas horas

Ayer, apenas pasado el mediodía, allegados a Fernanda Laconca trataban de reconstruir las últimas horas de una familia diezmada. La noche del lunes Iván fue a ver el partido de Rosario Central y Godoy Cruz por la Copa Argentina a la casa de un amigo. El hombre estaba bajo medicación psiquiátrica pero aparentemente no cumplía con lo que los médicos le habían establecido. “Por ahí se chupó, como hacía cuando jugaba Central, y como se dio el alta médica él solo, no tenía control”, dijo una familiar de la mujer asesinada.

A primera hora de la mañana Fernanda le envió a su hermana un mensaje por WhatsApp alertándola acerca de que Iván estaba mal. Desde ese horario todo parece borrarse hasta que los padres de la mujer llegaron a la casa y se toparon con una escena dantesca. En el comedor había vidrios rotos, sangre, agua en el piso, y sobre la mesa del comedor Fernanda y Camila abrazadas y con heridas salvajes, casi imposibles, hechas con un cuchillo Tramontina de 15 centímetros de hoja. “Nunca vi algo así”, dijo un viejo policía con varias muertes investigadas.

Indignación y dolor

Bajo un sol abrasador, en la puerta de la casa de la pareja estaban los padres de Fernanda, su hermana y amigos. No alcanzaban los brazos ni las manos para acariciar las espaldas doloridas por la angustia y frenar el llanto sin final. Un silencio total sólo roto por un recuerdo, algún insulto ahogado, un suspiro corto. “Me las mató, este hijo de puta me las mató. Ella lo amaba mucho y lo bancó”, dijo una hermana de Fernanda. “¿Por qué no se tiro debajo de un camión si quería morirse?”, preguntaban varias voces.

Otros familiares de Fernanda se enteraron de las muertes por la radio: “Yo escuché la noticia de una nenita y su madre muertas y que las había matado el padre. Y me dije, es la Fernanda”, dijo un allegado a las víctimas a metros de la puerta de la vivienda.

Laburantes y de barrio

Según se supo, Fernanda era una chica de barrio Carlos Casado (Ovidio Lagos al 3000) y lo conocía a Iván desde hace varios años. Se casaron en septiembre de 2013 y en 2016 nació Camila. En su cuenta de Facebook la mujer tiene como foto principal la de su casamiento: brilla blanca y sonriente junto a Iván, de impecable traje gris. Los ojos de los dos son luminosos. Otra imagen, la que ilustra esta página, es la del primer cumpleaños de su pequeña hijita, asesinada junto a ella.

Iván trabaja en una importante industria automotriz del Gran Rosario y Fernanda lo hacía en una tienda ubicada en pleno centro de la ciudad. Luego del episodio de salud sufrido en enero, el muchacho asistía regularmente a la planta fabril y ella salía todas las mañanas vestida de impecable uniforme azul. “Hacía como diez años que estaba en esa tienda, era un ángel esa chica, nunca una tristeza, siempre sonreía”, dijo otro familiar. La hermana y las primas de Fernanda contaron que “ella lo quería mucho y por eso lo aguantaba. No era violento, pero es un loco de mierda. Nos mató a todos”.

Desolados

En tanto, por el lado del muchacho, parece ser su padre quien más lo contiene. Ayer, mientras fiscales y policías hacían su trabajo, él estuvo dentro de la casa largo rato. Había entrado con una llave que estaba en su poder y luego salió por una casa vecina. “Lo protegió mucho al chico”, deslizó un familiar de Fernanda.

Cuando la mortera llevó los cuerpos y los patrulleros se fueron, la familia de Iván fue hasta la puerta de la casa de calle Villarino. El padre de Iván preguntó al fiscal Malaponte dónde estaba detenido su hijo y cuál era su situación judicial. En ese instante la hermana de Fernanda increpó a la hermana de Iván: “Tu hermano mató a mi sobrina y a mi hermana. No te quiero ni ver en el velorio. ¿Por qué no hiciste nada?” La otra joven contestó que ella “no tenía nada que ver” y se abrió una ventana de dudas sobre cómo era en realidad la situación familiar.

El fiscal secuestró de la vivienda recetarios psiquiátricos, otras recetas sin usar y libros, entre ellos un “Nuevo Testamento” y otros sobre historia y religión. El barrio volvió a la calma que casi no perdió nunca. Un vecino contó: “Es que ni los veíamos a estos chicos, no se daban con nadie, eran muy reservados”.

La pareja vivía desde hace tres años en la casa donde Iván desató la tragedia que quebró a dos familias.

Fuente: La Capital

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