Cristina Fernández de Kirchner elogió un par de veces a Alberto Fernández desde el escenario de la Feria del Libro. Lo hizo por haberla impulsado, dijo, a escribir “Sinceramente”, aunque la influencia del ex jefe de Gabinete se habría expresado más en el tono del acto que en las páginas del libro. La Cristina de ayer trató de cuadrar con la imagen formalmente menos tensa, más moderada y “madura” que difunde Alberto Fernández, lejos del autorretrato pintado en páginas enteras que exponen su concepción y práctica personal del poder. Sólo una frase fue realmente inquietante: la que plantea la necesidad de un “contrato social” nuevo en la Argentina. ¿Pura chicana política o sugerencia de reformas para el caso de volver al gobierno?
La ex presidente pareció siempre contenida, hasta en los tiempos de exposición. No es la primera vez que lo hace y, por momentos, repitió la fórmula de empujar alguna definición fuerte y dejar que las consignas coreadas completen lo que ella no termina de decir. Esta vez fueron el salón y la calle de la Rural, otras veces fueron los patios de la Casa Rosada. Y esta vez quedó flotando su candidatura. Sólo formalmente podría decirse que no fue una exhibición de campaña. Fue un acto político, cuidado al detalle, con su platea y su tribuna. Ella decidirá en definitiva cómo sigue.
La presentación en la Feria del Libro expuso varios momentos algo filosos, más bien de chicanas. Un par fueron llamativas.
La primera: aludió a que los atacan como “choripaneros” –muy de peleas tuiteras- cuando, según dijo, el actual gobierno duplicó la cantidad de planes sociales en relación con su gestión. Habría que revisar las cifras, entre otras razones por los cambios de programas y en algunos casos de ministerios para su implementación. Pero el punto no fue la cifra sino el sentido: aseguró que en realidad en sus gestiones bajó el número por efecto de una enorme creación de empleo. Cero reflexiones sobre su segundo mandato, con economía en larga caída.
La segunda: un elogio a Donald Trump por la marcha de la economía en Estados Unidos. Lo hizo para ironizar acerca de que el actual gobierno debería copiar esas recetas en lugar de ajustar. Casi una anécdota, para mostrarse también capaz de una especie de elogio a Trump desde otra presunta orilla ideológica. Eso también podría ser revisado, aunque lo dicho en la Rural no alcanza para la polémica.
En cambio, fue insinuante y no entró de lleno en un tema que naturalmente la inquieta: su propio frente judicial. Sólo aludió a la fórmula de la persecución política cuando, en uno de sus referencias a Alberto Fernández, afirmó que el ex funcionario se angustiaba por las cosas que se decían sobre ella, sus hijos y Néstor Kirchner.
No es lo que expone en las páginas de su libro. Allí, dice que el propio Kirchner le había dicho que ella y sus hijos iban a ser perseguidos. Y dedica párrafos a descalificar la causa de los cuadernos de las coimas –repite que es la “causa de las fotocopias”- y también a algunos jueces y fiscales. Usa además el recurso de una “autocrítica” para definir el acuerdo con Irán como fruto de una “verdadera ingenuidad” en política exterior, una manera de darle carácter exclusivamente político y no judicial al caso.
No fueron los únicos rubros expuestos en el libro y ausentes en el discurso de la Feria del Libro. Las críticas directas o más o menos abiertas al Gobierno estuvieron lejos de las calificaciones usadas en algunas de sus páginas. Sólo podría haber un puente si su referencia en la Rural a un nuevo “contrato social” fuera entendida como expresión de lo que aparece escrito sobre Mauricio Macri: lo califica como “caos” y sostiene que la tarea que viene –la suya propia, se insinúa- sería “ordenar” la Argentina.
Es cierto que la ex presidente buscó descalificar o presentar casi como un tema menor o de pura coyuntura la búsqueda de un acuerdo básico o consenso por parte del Gobierno. Pero también lo es que las palabras expresan más de lo que dicen o que, sin ser experto en la materia, no es difícil encontrar huellas ideológicas en las palabras usadas con sentido político.
La idea de un “contrato social” –lo que expresa incluso en la superficie, sin entrar en profundidades de las ciencias políticas- y también el concepto de “ordenar” el país exhibirían un concepto elemental sobre la tarea que imagina para ella misma. Son definiciones fundacionales. ¿Una refundación nacional y del Estado? ¿Hasta dónde? Está claro que no se estaba hablando de economía, sino de instituciones: eso remite a zonas de riesgo.
No es eso precisamente lo que buscan en términos de imagen algunos de los que trabajan o vuelven a trabajar en las cercanías de la ex presidente. Contradicciones o dos expresiones complementarias, el libro y su presentación constituyeron la primera pieza fuerte del año con el sello CFK.