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La cara de Aimar lo decía todo: Argentina acababa de consagrarse campeona en el Sudamericano Sub 17, pero nadie festejaba. El entrenador de la Selección miró a los ojos a sus dirigidos, los reunió en el círculo central y les dijo algunas palabras que no llegaron a ser captadas por las cámaras de televisión. A su lado, Matías Palacios (el ’10’, autor del gol contra Ecuador) gesticulaba mirando al horizonte. No había satisfacción. Había bronca. Y cada uno sabrá entender el porqué.
El 4-1 fue un resultado que sonó raro. Primero porque a la Selección le hicieron todos los goles en un 18 minutos, y venía de cuatro partidos invicto. Y segundo porque con este marcador, Ecuador se clasificó al Mundial y relegó a la quinta posición de Perú, quienes estaban en las tribunas mirando atónitos cómo el boleto a Brasil se les escurría entre los dedos. “Argentina, Argentina…”, cantaron durante buena parte del segundo tiempo, arengando a los chicos de Aimar.
Los últimos diez minutos del partido estuvieron de más. Cada uno estaba haciendo su negocio: Argentina era campeón y Ecuador escalaba hasta la cuarta ubicación. Por eso ambos se dedicaron a tocar la pelota cerca del círculo central, sin lastimar al rival y evitando cualquier desatención defensiva. Y claro, las especulaciones y las sospechas no tardaron en llegar.