Andrés Ridois es economista, pero lejos de ejercer se inclinó por el arte plástico. A los 44 años superó un cáncer de garganta y cambió el rumbo de su vida. Se dedicó a hacer laberintos, un camino que lo acercó al mundo del vino. Lo sedujo “la concepción del momento, del lujo” y en 2017 lanzó al mercado Mil Demonios, un vino de alta gama de su bodega Sin Reglas, que debe su nombre a los mil días que lleva el proceso de producción.
“El equilibrio es el primer escalón donde uno aprende. Uno primero se cultiva y después trata de sumar conciencia, conocimiento y prácticas saludables a la vida”, dijo a TN. La frase tiene su base en la decisión que tomó junto a su hija, Santina, de crear la Fundación Sin Culpa, que fomenta la reutilización de botellas de vidrio y que por cada caja de vinos que vende planta un árbol en el perímetro de la bodega.
Ridois trazó un paralelismo entre su vida y el proceso de producción de añejamiento del vino de alta gama. “Ahora soy más sereno. Empecé a trabajar a los 29 años, quería comerme el mundo y gastaba toda mi energía. Pero fui aprendiendo, me fui nutriendo, como el tiempo del vino en barrica. Recién después de 12 puedo decir que he visto todo, lo aprendí todo, ya me las sé todas, por lo menos las de manual. Nadie me puede decir cómo es la industria del vino porque yo soy la industria; soy parte de la industria; soy un creador de historias de la industria; soy un personaje dentro de la industria, y ya estoy preparado para salir”, describió sobre su crecimiento como emprendedor.
El poder de reinventarse y salir a jugar fuerte en un mercado potente
Desde que entró al mundo del vino, durante 12 años, Redois trabajó para otras bodegas, hasta que creó su propia firma, la bodega Sin Culpa. Además, administra las bodegas Colosso y Sottano.
“En 2017, ya con 12 años de experiencia, lancé junto a un amigo, Mil Demonios, que fue mi primer proyecto, mi bebé, y se llama así porque estamos en el negocio de los mil días, desde el principio hasta el final son mil días. Primero hicimos la marca, después un blend”, contó el artista plástico.
Sobre sus inicios recordó que siempre buscó “la independencia, la libertad, la supuesta libertad de ser dueño del tiempo propio”. Si bien reconoce que vivió su vida con mucha libertad, dijo que tenía el anhelo de encarar un desafío de proyecto personal. “Pasé de economía a la escultura, a hacer laberintos, a vivir aventuras y a una bodega. Fui creciendo individualmente hasta que logré ese conocimiento y mi identidad enológica”, enumeró.
Si tiene que definirse se describe como un “diseñador de vinos”. “No soy enólogo, yo diseño vinos; los enólogos hacen mis colores, y con ellos trabajo; pintamos cuadros en cada obra”, dice.
De superar el cáncer a crear su propia red de toma de conciencia: Sin Reglas y Sin Culpa
Parte del proceso que Redois encaró desde que fue diagnosticado con cáncer de garganta fue el de tomar conciencia sobre un cambio urgente que debía hacer en su vida, pero también que él podía ser parte del cambio de hábitos de otras personas. Se describe como un hombre sin reglas y sin culpa.
“Estamos tratando de que la gente entienda que el mundo se va a acabar. Tenemos una fundación con mi hija, que se llama Sin Culpa y tenemos una marca que reutiliza botellas. Para las etiquetas no usamos papel, hacemos serigrafía sobre la botella. Lo que más contamina en la industria es el uso de energía. Entonces, si lo podemos reutilizar es un proceso hermoso”, graficó.
Para el circuito de producción conectaron a recicladores urbanos, que son los que les proveen de las botellas. “Hay un grupo de gente que se dedica a la reutilización del vidrio. Sobre todo lo hacen con las botellas blancas o la de sidra, que son las de más bajo precio. Me conecté con ellos y les compré las botellas y mi compromiso es que por cada caja de vino que vendo planto un árbol”, detalla.
Según explicó, “la idea es aprovechar el consumo con cierta eficacia y bajar la huella de carbón plantando árboles que aportan oxígeno”. Con Santina llevan plantados más de mil árboles en los alrededores de la bodega, casi en sintonía con el tiempo de producción.
Por el momento, no tienen organizado un circuito para volver a recuperar las mismas botellas que reutilizan por las dificultades logísticas que implica. “Me encantaría pero las logísticas no son fáciles”, explica.
Más proyectos para plantar conciencia
A la reutilización de botellas, Ridois sumará en breve una carpintería para usar la madera reciclada de las barricas, porque además de economista, artista, creador de laberintos y diseñador de vinos, se autodefine como diseñador de muebles y de esculturas.
Pero el proyecto tendrá un doble impacto, porque contará con una escuela para niños que salen de los hogares a los 18 años y tienen que insertarse al mundo del trabajo. Para eso, ya están trabajando con asociaciones civiles.
“La idea es darles un oficio, que es un poco lo que se está perdiendo. Yo tengo alma de carpintero. Soy diseñador de muebles. No soy carpintero, soy diseñador de muebles y de esculturas de madera. Soy escultor. Tengo un montón de madera y la idea es que no se pierda, que vuelva a la vida cotidiana. Por eso digo que la carpintería es conciencia”, definió el artista bodeguero.
Ridois planteó que “llega un momento en donde debemos preguntarnos para qué; por qué el consumo, la acumulación, el supuesto bienestar” y aseguró que “quien no encuentra esa respuesta, entra en crisis, tiene miedo a la muerte, pánico, porque la sociedad vive para afuera y no para adentro” y eso es lo que propone cambiar.
“Yo no estoy sufriendo mi vida, ha sido una vida sin reglas. Soy un demonio convirtiéndose en un arcángel. Me dio cáncer a los 44, y tuve que cambiar mis hábitos, desde la alimentación hasta el estrés. Ahí es donde empieza esta búsqueda. El sufrimiento, en mi caso, me hizo cortar el camino, o me lo está haciendo cortar. El servicio hoy es la base, porque si no, ¿para qué? Necesitás devolver, comunicar, porque a través de la comunicación el ser humano se conecta. Es una necesidad de estar estable, en plenitud y ser feliz; esa es mi nueva consigna”, concluyó.