El estadio San Paolo de Nápoles es el escenario que más veces vio al astro argentino, el lugar en el que el pelusa creó su leyenda como jugador más grande de todos los tiempos. Hasta que treinta años más tarde llegó otro argentino zurdo para discutirle la más absoluta supremacía a Maradona. Y qué mejor que hacerlo en el mismo lugar y ante el mismo público ante el que maravilló.
Porque nunca Messi ha jugado en el San Paolo con la camiseta del Barcelona. Es más, el cuadro azulgrana tampoco ha disputado un solo partido oficial en el feudo napolitano pero en los últimos años ha logrado ofrecer un buen rendimiento en sus partidos en tierras transalpinas. Sin ir más lejos, acaba de ganar en el complicadísimo San Siro con los suplentes frente a un Inter que se jugaba la vida.
Y sí, esta vez se trata de una eliminatoria con mucho en juego y con un margen de error mínimo. Pero lo mismo vale para un Napoli que acaba de destituir a Carlo Ancelotti ante su incapacidad para gestionar el motín del vestuario para otorgarle las riendas a Gennaro Gattuso. Pero al técnico calabrés no le fue nada bien en su estreno el pasado fin de semana, al perder en casa ante el Parma tras dejar a Hirving Lozano, el fichaje estrella del verano, en el banquillo.
Por supuesto no se puede hablar de rival soñado pero el Barcelona se considera afortunado de haber evitado al Tottenham de José Mourinho y al siempre peligroso Chelsea. Aun así, ni los problemas internos del Napoli ni el respeto escénico que pueda provocar el templo de Maradona deben mover al Barcelona lo más mínimo de su posición. El objetivo es la Champions League y saber que Messi tendrá el reto de demostrar al público más afín que jamás tuvo el pelusa quién es el mejor de todos los tiempos para mayor gloria del club barcelonista solo puede ser una buena noticia.